Crítica


Antonio Romoleroux: el latido de los contrarios
Sonia Kraemer, Ph.D.

Quito, 2024
Antonio Romoleroux (Quito, 1968) ha forjado una carrera heterogénea y polifacética que lo sitúa como uno de los artistas más destacados de la escena ecuatoriana y, a la vez, ha logrado dejar una huella dentro del panorama internacional. Su obra se distingue por su constante búsqueda de innovación técnica y exploración de temas complejos, así como por su compromiso con el ecosistema, la resiliencia y los derechos humanos.

Nómada de la estética, es reconocido por su capacidad para transitar por y a través de diversas corrientes estilísticas, desde la abstracción hasta el fotorrealismo, creando un corpus artístico que trasciende las categorías convencionales y que refleja su inquietud por entender los múltiples aspectos de lo humano y del universo que nos rodea. En términos temáticos, Romoleroux ha explorado un amplio territorio que va desde la oscuridad de la indefensión y el tormento humanos hasta la interpretación de la naturaleza y la identidad colectiva ancestral del mito.

Destaca especialmente su conexión con el mundo espiritual de la Amazonía, donde símbolos y signos se entrelazan con los espíritus animales y la naturaleza: se sugieren formas abreviadas para descubrir al jaguar, la anaconda, la mariposa, la serpiente o la rana. A través de su obra, Romoleroux busca reconectar con ese mundo perdido en el olvido para entender el ecosistema semiótico amazónico, leitmotiv que refleja su paroxismo por la selva y sus misterios. Desde los viajes oníricos del chamán y la convivencia de la fauna en el orden cósmico el ser humano puede reinsertarse, donde el mundo lineal y mensurable de Occidente se quiebra para entrar en la otredad.

La filosofía amazónica se fundamenta en la interrelación del todo, donde el individuo es parte de una red de relaciones naturales y universales. Se reconoce un principio de correspondencia entre lo macrosómico y lo microcósmico. Los dioses son inmanentes, habitan entre nosotros, y la vida se comprende como el flujo de la energía que se manifiesta a través de opuestos complementarios. El conocimiento es una sabiduría colectiva transmitida oralmente y por medio de rituales, como la ayahuasca o yagé, siendo resultado de una experiencia transensitiva. El concepto central refleja una comprensión profunda y vivencial de la naturaleza que prefigura ideas sobre el espacio-tiempo semejantes a la comprensión conceptual de la física cuántica.

Contrario a la tendencia postmoderna de que el artista debe convertirse en un filósofo o un mero productor del concepto de la obra sin involucrarse en el proceso artesanal de la misma, Romoleroux camina a contracorriente cuando trabaja desde el origen de los materiales conociendo el proceso básico y originario de los mismos. Por ejemplo, su desarrollo de la técnica del papel hecho a mano con fibras de abacá (Musa textilis) como base para insertar el grabado en aguafuerte sobre cobre es un statement político, más que un tema de gusto o de escogencia matérica. Conviven los opuestos: papel y metal, duro y blando, ciudad y selva, fragilidad y dureza.

Antonio Romoleroux cuenta con una profusa práctica artística en su dilatada trayectoria, que se evidencia en sus cientos de exposiciones individuales y colectivas, ha ganado numerosos reconocimientos por su calidad artística y humana y además ha desarrollado curadurías y conferencias. Hoy podría decir que es un paradigma en la vía de la creación para descubrirse y desarrollarse permanentemente sin ceder a las modas pasajeras, buscando incesantemente un lenguaje propio y auténtico. El desafío de este artista es erigir una trinchera de resistencia contra la globalización y la masificación irremediable de la cultura, y ha desarrollado su vocación en la dedicación a trascender las limitaciones de cualquier clase en sus formas más estereotípicas, como el machismo o el nacionalismo.

El arte intenta dar respuestas, representa al Yo del artista tanto como al No-Yo, es decir, al Universo que lo rodea, y es precisamente la obra de arte la poseedora de una fuerza catártica y el nexo que comunica al artista con el otro: el espectador. Antonio Romoleroux posee esa rara habilidad de aproximarse al umbral donde la verdad juega a esconderse y a través de su percepción nos ayuda a acercarnos a la esencia de todo. El arte se convierte así en una vía a través de la cual los seres humanos pueden adentrarse en el origen de todas las cosas, revelando la verdad subyacente como un camino hacia el autoconocimiento.

Exposición “El mensaje de las modelos a la humanidad”
Kunstraum artescena, Leipzig, Alemania, 2021
Nuria Silvestre

Me consta que estamos transgrediendo fronteras internacionales y físicas. Me alegra poder compartir estos breves, pero intensos momentos, con ustedes y sobre todo disfrutar de las creaciones del Artista que espero alcancen a muchos y muchas, donde quiera que sea.

Como política y activista en pro de los derechos humanos y de la naturaleza, festejo poder disfrutar del arte como medio para crear conciencia social. Que a través del mismo se sensibilice, se toque el alma, se conmueva y se haga reflexionar y profundizar a otras esferas. Quizás en un principio inimaginables para, el o la que observa, pero seguro muy importantes, especialmente en esta temática.

“¿Cuál es tu mensaje a la humanidad?” Qué pregunta trascendental, tan íntima y personal. Usted Sr. Romoleroux nos muestra una gran variedad de cuerpos que se hacen inevitablemente bellos. Los impulsos de las modelos a través de sus palabras, sus sonrisas, posturas inverosímiles, sus caligrafías, sus miradas, nos hacen reflexionar sobre la magnitud de la existencia, de la humanidad.

Destacaría la relación que intuyo entre autor y protagonistas. ¿Cuál y cuán ha sido la conexión entre artista y modelos, el “buen trato”, el respeto, otorgando un espacio seguro, para alcanzar esta apertura? En primer lugar, hacia ellas mismas, hacia sus propios deseos y su propia voluntad, a mi parecer, de una forma profundamente libre. Extraordinaria autoaceptación, que demuestra de una forma radicalmente nueva, el amor propio y el control que tienen de sus vidas, sin pudor y con gran valentía. Qué mensajes tan maravillosos. Todos. ¿Ejemplos? La imagen de Luna con la menstruación, rompedora de tabúes y estigmas. La de Judith poderosa con el puño alzado. Ese rostro sin nombre, una media sonrisa, historia desgarrante, de superación, de resiliencia. Demostrando la capacidad de supervivencia de las mujeres y lo necesario que es darles voz a estas vivencias, superando así tabúes y miedos, llamando a la solidaridad.

Porque decía Bell Hooks, que “estar oprimida significa la ausencia de opciones”. Por eso empoderan inmensamente estas imágenes de libertad, dan fuerza y esperanza. Esperanza de cambio hacia el final del patriarcado, hacia el final de la opresión que vivimos a todos los niveles.

Hoy más que nunca se respiran aires de cambio. Los movimientos feministas son motores de cambios sociales, de importantes cambios legales, educativos, artísticos en este caso. Todos justos y necesarios. ¿Se imaginan ahora nuestro mundo sin el movimiento feminista “Ni una menos”? ¿Imaginaban esas mujeres argentinas en el 2015 la magnitud de la expansión de su energía? Su fuerza ha llegado a millones de mujeres en todo el planeta. En Leipzig hemos apoyado el movimiento manifestándonos, ha habido representaciones audiovisuales, fotográficas, etc. Otros movimientos globales como “Fridays for Future” comienzan a ser interdisciplinares, a involucrar la perspectiva de género, el racismo, las discriminaciones… es muy necesario que así sea.

Martin Luther King dijo “la injusticia en cualquier lugar es una amenaza para la justicia en todas partes. Estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad, atados en una sola prenda de destino. Lo que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente.”

Por eso es tan importante que cooperemos, que seamos solidarios y solidarias, que busquemos esa comprensión de lo extraño y desconocido, a través del respeto y entendiendo que es un proceso, en muchos casos “de por vida”.

Hace más de una década que llegué a esta ciudad, gracias a una publicación en conjunto nos conocimos Helena. Chapurreábamos en alemán e intentábamos trabajar nuestro “duelo migratorio” en un grupo de mujeres especiales. Mirando atrás me doy cuenta de la red de apoyo que buscamos desde un principio, la importancia de los ejemplos positivos, de los recursos que sumamos como comunidad femenina en la diáspora, y claro está, de la fuerza que otorgan la unión y la representatividad.

Sólo me queda agradecerle Sr. Romoleroux la visibilidad que ha dado a la perspectiva femenina en su obra. Le deseo muchos éxitos y admiradores y admiradoras que compartan este espíritu feminista, que no desea otra cosa que la igualdad y la justicia social.

Exposición: «Antología», Centro Cultural PUCE, Quito, 2018
Hernán Pacurucu C.
Crítico y curador de arte
ANTONIO ROMOLEROUX
La complejidad de un artista

“La complejidad del pensamiento, así como la reconstrucción de la realidad por el sujeto cognoscente nos lleva necesariamente a la transdiciplinariedad como método de investigación y como epistemología de la investigación y del conocimiento, que nos ayuda a penetrar en el conocimiento de la vida, la existencia, el conocimiento, el desarrollo humano, la educación y las disciplinas en las que se ha compartamentalizado el conocimiento científico. En la sociedad cada vez más compleja, sus antagonismos, desórdenes y conflictos conllevan necesariamente una ligazón de fraternidad espontánea y voluntaria. No hay otra garantía contra la fragilidad de la complejidad que la auto regeneración permanente de la propia complejidad. Es decir, que, si queremos ser libres, tenemos que arrastrar los riesgos de la libertad”.
José Manuel Juárez/ Sonia Comboni Salinas
“cuando se habla de complejidad «… Se trata de enfrentar la dificultad de pensar y de vivir»”.
Edgar Morin
Lo que no se ha dicho de su obra
Pareciera que se ha dicho todo desde la perspectiva crítica acerca del trabajo de Antonio Romoleroux; sin embargo, también pareciera ser que se ha obviado lo más evidente, ese enfoque holístico que permite que el artista navegue entre disímiles aguas sin que su proyecto epistémico naufrague en dicho intento.
La pluralidad con lo que en principio se acariciaría su obra no obedece al mundo de la variedad, más bien obedece a la intrincada “esencia compleja” en que el artista formula su proyecto estético.
Tiempo atrás el joven Romoleroux, un artista prodigio –de esos que el afamado crítico de arte Arthur Danto dice que ya no se fraguan– y que a sus 26 años ya logró obtener el Primer Premio de Pintura “Mariano Aguilera” ; y contando ya con múltiples premios a su corta edad, configuró una necesidad devastadora por buscar nuevos rumbos una vez que el éxito lo consolido en sus formatos más admirados, como son los de la serie Mi esencia en tus sentidos que le precede al Premio, y que le consolida como el artista de renombre, obras como Árbol Sagrado (1995), Natem (1994), Sueños Propios (1995), No te rindas (1996), Uso de la magia 81995), Mango (1999), Fértil (1999), Líquido (1999), Hoy (1999), Curare (2000), EN (2000), Bosque Húmedo (2005), Cuarto Camino (2005), Tú eres sagrado (2005), Bioindicadores (2006), Antonia (2006), Su alma habita en la luz (2006), entre otras y que culmina en la gran escultura pictórica Mi esencia en tus sentidos, (2007) una instalación que resume toda la arqueología de esta serie. Quedarán en la memoria histórica y la retina aguda no solo de una crítica especializada, sino que guardarán fortuna en los archivos de la memoria de un país entero.
Esta serie cuyo núcleo conceptual se alimenta de la fragilidad con la que el papel –creado a mano– sustituye esa naturaleza quebrantable mientras que el cobre multiplica la fuerza de una ciudad avasallante; sin embargo, el papel (naturaleza) mantiene ese embate de una ciudad que la corroe aun cuando no puede sostenerse sin ella: metáfora excelsa de la vida sin vida.
Resignificación de lo complejo
La arbitrariedad de lo epidérmico, cortejada por el sentido insólito, abogarían por un Romoleroux perenne incrustado en la autosatisfacción masoquista propia de la acumulación de galardones, en lo que la crítica modernista consignaría como estilo de autor, más aún el espíritu del artista arraigado en el sentido rebelde del mismo jamás permitirá precederse a sí mismo, estableciendo el intento de una copia de la copia de la copia.
Todo lo contrario, Antonio Romoleroux emerge como figura disonante en su propia producción, alimentado esa mirada holística que nos permite valorar la complejidad del pensamiento, para entender que su obra no es posible solo desde una mirada única, sino desde entender ese tejido enredado que se entrelaza y que configura todo un sistema diverso de obras, autorretratos, bocetos, series, fotografías confinadas con pensamientos, críticas, denuncias, apogeos, auges y afloramientos de un devenir del artista que nos permiten saber que Romoleroux no es solo una técnica, no es solo un estilo, tampoco lo es una temática, sino un conjunto, a veces neobarroco de esa combinación de todo ello, en definitiva para comprender al artista y a su obra hay que entenderle en toda la plenitud de lo complejo, y lo complejo entendido no como algo complicado difícil o enmarañado, sino como esa comprensión del mundo como entidad en la cual todo está entretejido, el complexus, es decir lo que se encuentra tejido junto.
Y es que: “lo tejido junto” da el sentido de individualidad (individuo =lo que no se puede dividir) al personaje en su propia cosmovisión compleja, solo así podemos entender que tanto Identidades sistémicas –una de sus series más tempranas– no compite con Amazonia espiritual , –un conjunto de oleos, grabados y esculturas– o que el Yo consiente no es un antojo fotográfico testimonial que narra las adversidades que vivieron, así como la superación y como se fortalecieron de ello.
emerge del capricho del grabador-pintor. Así mismo El mensaje de las modelos a la Humanidad tampoco puede ser entendida sin comprender el pensamiento sistémico que imagina la inestabilidad de la propia naturaleza en la reconstrucción de nuestras relaciones con ella, por lo que la configuración filosófico-cosmovisiva del pensamiento holístico del artista decanta en una singular propuesta plástica que reformula la historia del arte en una suerte de abanico extenso de disímil “comprensión de mundo” que tiene que ver con la complejidad de la vida y su relación con este mundo dado.
Nomadismo estético como conducta de lo contemporáneo
Entonces el devenir de Antonio, se constituye en esas idas y venidas que cuantifican lo complejo de su ser, pero lo definen como un contemporáneo insaciable que, como Gabriel Orozco, Koons o cualquier visionario contemporáneo, no permite que su estética se encasille en un producto, el cual puede ser llevado a los infinitos designios del márquetin y por supuesto del mercado.
En este sentido ese escape se vuelve un nomadismo eficiente en cuanto rechaza la estreches de las metodologías estéticas y todo el aparataje histórico que pretende medir la obra de arte, en su afán más inquisitivo (crítica y curaduría de arte) para escurrirse entre los intersticios del estilo, de la belleza y de la técnica para hacernos entender que tenemos un artista turbulento, imposible de ser clasificado en algún apartado en el casillero de la historia y que su objeto de estudio da para largo, entendiendo que hoy a sus cincuenta años no existe metodología investigativa ni instrumento de brujería que nos permita saber los procesos de cambio que anticiparan sus nuevas maneras de mirar el arte.
Sus retratos, un mundo aparte
A la bitácora subyugante del autor sobresale el complejo y aislado mundo de sus retratos, tales como Autorretrato (1988), Autorretrato egocentrismo (1990), Autorretrato esquizofrenia (1990), Autorretrato (2012), entre otros.
Los mismos que testimonian de la forma más fresca el satírico mundo en que se desdobla el individuo, dando otra vez las pistas ineludibles y dejando en el bosque espeso ese recorrido de migas que nos permita seguirle la pista sicológica dentro de ese tornadizo cosmos en que pareciera que instaura su “sistema mundo” tan inconfundiblemente Romoleroux.

Exposición: «Das Bewußte Ich» de Antonio Romoleroux
Embajada del Ecuador en Berlín, Alemania, 2015
Helena García Moreno

La propuesta de Antonio Romoleroux sobre la resiliencia es un aporte al arte contemporáneo, expuesto al público desde 2013. Por esta razón, su contribución estética a través de la resiliencia, rebasa los confines locales del territorio ecuatoriano, suramericano y continental hacia lo universal. Pero, ¿qué se entiende por resiliencia en combinación con el ser humano? Con enorme alcance se extiende en la actualidad la noción de “resiliencia” en lo que se refiere a ciudades y pueblos que han superado dificultades en extremo complejas. La resiliencia es aquella cualidad física que hace que ciertos cuerpos sometidos a grandes presiones, no obstante, sean capaces de mantener intacta su estructura original una vez que el estrujamiento o maltrato desaparece. De la misma manera, existen ciertas personas que, sin ser conscientes de ello y gracias a ese mecanismo interno presente en todos los seres humanos, han logrado superarse. Esto quiere decir que, en momentos críticos de sus vidas han logrado sobrevivir. Adicionalmente existen ciertas características personales de su- pervivencia, entre ellos la esperanza, que afloran en el momento justo. Sobre todo, cuando hubo alguien al lado de la persona traumatizada para alentarla. Y en este contexto es pertinente la obra de Romoleroux. Es así que la resiliencia emerge como un fenómeno psicoemocional, cuando una persona tiene la suerte de contar con un apoyo externo. Una persona o grupo situado física y emocionalmente fuera del conflicto o entorno nocivo causante del sufrimiento. Este apoyo, consistiría en una especie de referencia o apego seguro, si se tratase de un niño (en cuyo caso debería recaer la responsabilidad sobre el Estado como entidad obligada a garantizar la integridad del menor y velar por sus derechos inalienables) o una persona adulta que inspira y aporta con ideas a otra para ayudarle a superar las adversidades.

Es de esta manera como las personas salen adelante, cuando no pueden contar con el apoyo de su familia nuclear, porque o bien la han perdido o porque contando con una, han tenido que huir de ella para preservar su integridad física, psíquica y emocional, (solo por nombrar algunas circunstancias de la condición humana y sus disfuncionalidades). Como además se podrían incluir en esta lista todas las vicisitudes de diversa índole que los seres humanos podríamos eventualmente, sufrir durante nuestra existencia.

Sin embargo, evitar el sufrimiento, en su gran mayoría es posible. Por ejemplo, cuando dejamos de alimentar la creencia del fracaso. Concepto que suele estar impuesto tanto en nuestro entorno inmediato y que eventualmente se puede extender a la esfera social o profesional. El miedo al fracaso puede obedecer a una compulsión subconsciente individual o colectiva, muy arraigada en la cultura por querer aparentar algo que no se es ante los demás. Siendo una especie de ocultamiento de lo que sí se es, con el fin de evadir el sentimiento de vergüenza que nos causa enfrentar ciertos aspectos de nuestra personalidad o condición, considerados como inaceptables dentro de las normas sociales. Esto se refiere a lo que Carl Gustav Jung denominaría “la sombra, con lo cual la persona podría trabajar para integrar su sombra de manera consciente. De esta forma, el miedo al fracaso se expresa al tratar permanentemente de encajar en un modelo idealizado o impuesto por un entorno social, bien sea este familiar o de una comunidad extendida con esquemas de creencias rígidos. La realidad es que el miedo al fracaso oculta un sentimiento de inferioridad o cualquier tipo de herida de la infancia y nos vuelve personas obsesionadas por controlar y regular la vida de los otros, en un fenómeno que en psicología se denomina “proyección”. Evadiendo con ello nuestra responsabilidad y compromiso que, ante todo, deberíamos tener con nosotros mismos para ser felices y estar en paz. Aceptando nuestra esencia incondicionalmente y dejando que las otras personas sean como puedan y quieran ser, sin juzgarlas.

Por otra parte, una persona que es capaz de transmitir serenidad y guiar, puede iluminar y cambiar para bien la vida a otra. En este sentido, hoy en día existen por todo el mundo grupos de apoyo con amplia experiencia profesional en el campo de la psicología, cuyo fin es el acompañar y sostener los procesos de resiliencia.

La actitud resiliente y positiva radica, sobre todo, en creer en las facultades internas del individuo para hacer uso de ellas, con el fin de recuperar el amor propio, conectar con su creatividad y con la gratitud hacia la vida, a pesar de todo. Esta nueva postura ante la vida, otorga a la persona autonomía. Además de desarrollar su empatía y solidaridad, adicionalmente le permite vivir con ética e ilusión.

Pero, ¿cuándo emerge el ser consciente? La resiliencia es un proceso paulatino de sanación integral que, además de restituir al individuo su bienestar y equilibrio psíquico, hace a este consciente de su propia y valiosa existencia. A través de la auto indagación la persona se permite salir de la conciencia (razón), ese sistema de pensamiento moral arraigado en la cultura que se basa en el bien y el mal y que, por tanto, juzga en vez de comprender a profundidad. Por ello, una vez que alguien inicia el camino del despertar, deja atrás las creencias erróneas y conquista su propio poder. Ha escapado incluso de ese corsé cultural bajo la famosa frase de Jean-Paul Sartre: “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.

El estar conscientes, por lo tanto, va más allá de los pensamientos matrices de la cultura occidental, en un ejercicio transcultural y en una praxis transpersonal para replantearse no solo el sentido de la existencia, sino la capacidad de volver a un estado interno de armonía y plenitud a través de prácticas de meditación y de la psicología positiva. De tal forma que, la persona expande la noción de consciencia, reconociendo la grandeza de su ser, el sentido de merecimiento, de ser querido y valorado por el simple hecho de existir, como todo ser vivo. Es ahí donde emerge la noción de consciencia y la importancia de la muestra “El yo consciente” de Antonio Romoleroux.

Exposición: “El Yo Es Espíritu”, de Antonio Romoleroux, Centro Cultural Providencia
Santiago de Chile, 2009
Juan Antonio Bolumburu

No hay duda que la exposición que estamos inaugurando constituye una muestra de relevancia por la extraordinaria calidad del artista, ganador de diversos galardones y reconocimientos.
Antonio Romoleroux, ha llegado a nuestro Instituto teniendo como carta de presentación una de las mejores críticas en su país y donde ha expuesto fuera de él.
A sus 41 años, es considerado entre los artistas de mayor éxito en Ecuador y esta muestra pictórica así lo deja plasmado.
Se señala de él que su propuesta en gran medida busca abrir el debate en torno a la relación de equilibrio que debe existir entre el hombre y la naturaleza.
En sus obras, pintadas al acrílico sobre papel de Abacá hecho a mano, fundido con cobre grabado al aguafuerte y aguatinta, se advierte un evidente sentido ancestral, casi chamánico, vinculado a la Amazonía.
Esta muestra de características tan únicas, de un estilo que lleva el sello de su autor, ha sido posible presentarla en Chile gracias a la Embajada de Ecuador, a la gestión personal de su embajador, a quien agradecemos públicamente y por su intermedio al Gobierno de su nación.
Damos especial énfasis en nuestros agradecimientos a Ecuador no sólo por la amistad que une al Instituto con esta nación, sino porque además se nos ha distinguido con esta exposición.
Mis agradecimientos también al sr. alcalde por su presencia en esta ceremonia, a los señores embajadores presentes, por tener la gentileza de acompañarnos en tan especial oportunidad.

Libro: Antonio Romoleroux, 2007
La Obra de Antonio Romoleroux
Dra. Inés M Flores

El tiempo y a la vez la idea de intemporalidad, que preocupan a ciertas corrientes contemporáneas del pensamiento, se hallan de algún modo tras la obra de Antonio Romoleroux, desarrollada entre dibujo, pintura, grabado, ensamble y fundición del cobre con papel artesanal…
Después de superar la primera etapa figurativa inscrita en el surrealismo y en el hiperrealismo, comenzó a estilizar, hasta conquistar la libertad abstracta y vigorosa vigente. Enfrenta la pasión por el problema del espacio, yendo desde unos amplios vacíos hasta superficies abigarradas con signos, muchas veces divididos en cuarteles geométricos que alojan trazos e ideogramas en relieve. Ocurre que el artista se ha interesado por las huellas de las culturas aborígenes, en forma de símbolos y signos, especialmente de la Amazonía. Antes, Romoleroux había generado sus propios trazos sígnicos, en función meramente estética. Más eso le llevo a la investigación de la semiótica ancestral, que ahora prima en sus obras.
En su trabajo hay una relación con lo metafórico y con lo alegórico; no ha manera de relato, sino como datos fragmentarios pero coherentes, que nos ofrecen pistas para la reflexión sobre existencias que para el espectador común resultan exóticas. Los signos y símbolos que utiliza representan animales, aves, insectos de la selva, y quizás dicen cosas que más allá del ambiente al que pertenecen ni siquiera es posible imaginar.
En cuanto a la técnica que este artista emplea actualmente, hay que destacar de un lado su dedicado trabajo con los ácidos sobre el metal y de otro la elaboración manual del papel y sus múltiples procesos, que van sucediéndose, encadenados, hasta alcanzar su forma definitiva, de singulares condiciones matéricas. Canalizado su creación hacia formas nuevas, comprometidas con las técnicas de la gráfica, de la mano con los procedimientos artesanales más elaborados, hasta lograr espléndidas texturas o estupendas luminosidades, gracias a la virtuosa fusión del papel artesanal y el cobre. Esto, ligado a los significados del mundo Amazónico, donde hay residuos y testimonios de vivencias milenarias, huellas de formas perdidas, que sitúan a la imagen y al objeto en circunstancias absolutamente ajenas a nuestro mundo. En todo caso, como en los rincones mágicos, las fibras vegetales y el metal extraído de las entrañas de la tierra, al unirse concluyen en una obra de arte.
Desde luego, el signo no llega aquí a la representación real de sus contenidos, pero se articula con las tradiciones de las etnias que los utilizan, y en cuya vida la magia es un factor importante. Romoleroux adopta esa suerte de escritura ancestral, para cargarla con su propio pensamiento, de manera que le sirva para expresar su personal actitud como artista. Él trabaja en su taller, dibujando, haciendo papel y combinándolo con el cobre para conseguir un soporte sobre el cual graba sus misteriosos mensajes. Diríase que su mano es guiada, inconscientemente, por los espíritus de la selva, cuyas voces inaudibles intentan, quizás, advertirnos sobre los peligros de la destrucción de la floresta primitiva. Pero nosotros nos quedamos solo con la admiración que nos producen los trazos del artista y la original técnica que emplea.
El trabajo de Romoleroux revela un gran talento, amén de una dedicación obsesiva a una obra que viene construyendo desde su más temprana juventud, pasando por diferentes etapas y en un infatigable proceso de investigación en solitario, que le ha permitido alcanzar los altos niveles que ahora registra su producción artística. Una producción original, consistente y admirable, que no puede compararse con nada de lo que conocemos. Por eso es posible decidir que Romoleroux, con su obra reciente, es único y como tal ocupa una posición destacada en el concierto de la plástica nacional.

Antonio Romoleroux
Nuevo Diccionario crítico de artistas plásticos del Ecuador del siglo XX, 2006
Hernán Rodríguez Castelo

Una de las figuras más interesantes del nuevo grabado ecuatoriano.
En un primer momento, tendencia a un dibujo neoexpresionista de crítica y denuncia social.
Muy buen manejo de las técnicas. EN el XXXI Salón de Octubre- dedicado a las artes gráficas- presenta una magnífica serigrafía: cabeza en sienas y fondo en ocres.
EL grabado que le valió una de las cuatro menciones en el Concurso Nacional (1990) –Letrina´s- mostraba que se había dado un salto: era una serigrafía rica de valores expresivos, audazmente nueva en su concepto semiótico: formas rotas, sumidas en un caos de color, con penetrantes alusiones a mensajes gráficos publicitarios o de los medios masivos de comunicación.
Su escultura del Concurso Nacional (1990) –suelda y hierro pintado- era un móvil: astrolabio de cuatro circunferencias de metal concéntricas, con capacidad de giro. Recuperación histórica y cultural a la vez que invitación al juego.
Mostraron por donde se orientaban sus búsquedas las obras con que concurrió al Salón del Municipio de Quito en 1993. En Origen y eternidad, una como piedra azul, con dibujo resaltando en línea blanca; trazos con algo de signo organizados en filas; en el centro y abajo, dos caracoles silbato, dibujados con meticulosidad. Se notaba oficio e idea; faltaba que todo ello cuajase en un conjunto visualmente sólido. En la otra pieza, El azar de la virtud, sobre una superficie texturada de trazos –en ocres. Una cuadrícula verde, con el trazo central de una forma serpentina y cuatro ojos, en alusión a búsquedas esotéricas.
Se privilegiaba en sus búsquedas el soporte. Mujeres del alma –del Mariano Aguilera 94- mostraba un vigoroso trabajo artesanal del soporte, cuyas texturas aportaban a la fuerza de imágenes de brutal neoexpresionismo. Y se tentaban nuevas posibilidades expresivas: en Origen de la vida eran pegados sumergidos en la pintura. Pero al mismo tiempo se buceaba en viejas culturas –sobre todo las amazónicas- para enriquecer la propia expresión con signos y símbolos ricos de sentidos.
Y el escultor comenzó a aportar a esas piezas bidimensionales el metal. Gana entonces el importante premio del Mariano Aguilera (1995) con una obra que integraba papel artesanal con una plancha de cobre rica de trazos al aguafuerte. La forma metálica simple, suerte de tótem elemental: sígnica ella misma y grávida de dibujos sígnicos. Fue una obra novedosa por materiales y elaboración –más por elaboración-; rica de sentidos herméticos, y de severa belleza.
El artista se había instalado con holgura en una técnica, estilo y poética. Los desplegó en una notable individual (Art-Forvm, 1996). Una expresión plástica que comienza por la elaboración del soporte: papel artesanal, grueso de materia y rico en texturas dadas por esa misma materia. En tan rica superficie, fundidas planchas de cobre a las que el ácido ha dado color y la incisión al aguafuerte había enriquecido de escrituras sígnicas y simbólicas. Y también en le papel se graban, con impresión al aguafuerte, trazos recogidos de viejas culturas indias. Y el artista, inquieto por multiplicar estas fusiones semióticas de extremos de lo humano, había incorporado a obras así impresiones a láser, que significativamente reproducían guerreros selváticos en primitiva e ingenua desnudez. Se quería poner en relación en la tensa unidad de la obra de arte, lo más primitivo con lo más avanzado de ciencia y técnica. Y todo este juego semiótico cuajó en una forma en si rica de sentidos: el árbol.
En este gran empeño por poner en tensa relación espacios culturales distantes y al parecer enfrentados, como medio –en sus propias palabras- de hacer convivir al hombre con el hombre, el artista al tiempo que seguía ahondando en el conocimiento de viejas culturas, para arrancarles sabiduría que se decantaron en signos y símbolos, extendía su experimentación sobre los medios e instrumentos a procesos fotográficos de avanzada y de trabajo con la computadora y desnudaba la manipulación icónica de publicidad y mercadotecnia. Y se aventuraba al espacio tridimensional con instalaciones que a la riqueza del papel artesanal y lo penetrante de la forma enraizada en viejas culturas amazónicas unía un detector de movimiento y música amazónica.